EL PARTIDO DEL AÑO

ANALISIS

Hay una frase muy típica en el mundo del fútbol que se suele repetir con bastante frecuencia, me refiero al “ganando todo, somos campeones”. Todos la usamos porque estamos acostumbrados a oírsela al periodista deportivo de turno. Es una máxima que no tiene más misterios, es de pura lógica, pero se suele pronunciar cuando quedan unos cuantos partidos para acabar el campeonato. La verdad es que no es una de mis frases preferidas. Está claro que al fútbol se juega para ganar pero no hay lógica en este deporte, no necesariamente, y a veces no es tan fácil ganar. En esa frase siempre va implícita una carga de suficiencia, como si para el equipo a quien se le dice fuera una obligación ganarlo todo, es como si en realidad te dijeran: es que si no lo ganáis todo sois una mierda, y no es así. Para ganar todo no es buena la presión, sobre todo cuando es irreal, porque no existe el equipo perfecto, ni el eterno favorito, nadie está obligado a ganar siempre, porque al fútbol lo rodean muchísimas cosas con las que hay que contar y que a veces pasan desapercibidas. No me gusta la presión en este juego, no porque sea insoportable, que no lo es, sino porque no ayuda. Prefiero la motivación, la entrega sana y generosa, sin obligaciones. El fútbol es un juego y se disfruta cuando se juega, no cuando se sufre.

En el caso del Rakiss es cierto que es el prototipo de equipo favorito porque ha ganado tres ligas seguidas, pero no siempre fue así. Es peligroso creer que se tiene que ganar siempre y por obligación, porque corres el riesgo de que el inevitable día en que la racha se acaba y empiezas a perder, dejes de disfrutar del fútbol. La diferencia es que ahora mismo el Rakiss disfruta jugando al fútbol como nunca. Hay pruebas irrefutables de ello y son muchas.

El domingo era sin ninguna duda el día perfecto para perder, para sentir la presión en las piernas y desvanecerse hasta desaparecer del campo. Todos sabíamos que un equipo joven, que toca el balón y que tiene gente rápida arriba, podría ser la horma perfecta de nuestro zapato. Ya estuvo a punto de ganarnos en la primera vuelta y el nerviosismo era comprensible. El problema es que además a eso había que sumarle los contratiempos con las lesiones y las ausencias. Muchos tocados, otros baja forzosa y otros muy mermados físicamente, además de los que no iban a poder jugar por cuestiones de toda índole. No parecía el momento ideal para un partido a cara o cruz (y que se me entienda bien: cara, seguimos ahí y cruz: se acabó; porque el Navamorcuende aún tiene opciones). El transcurso de la semana no había hecho más que alimentar la preocupación: Jachu iba a forzar con un pinzamiento; Rudy con una micro-rotura no iba a jugar; Floyd no podía eludir más sus compromisos de pareja; Mario, Jota, Magia y Mike seguían arrastrando problemas físicos; Jaime, Chema y Berni parecían descartados y para colmo Roberto no daba señales de vida. La única luz al final del túnel era que Álvaro iba a jugar. De cualquier forma eran demasiadas adversidades... Pero el fútbol tiene algo de mágico, ese punto que hace que nada sea lo que parece y que entren en juego esas pequeñas cosas que nunca se tienen en cuenta.

No hay nada como la adversidad para que el espíritu se encienda y, a veces, cuando eso ocurre el fuego se extiende rápidamente prendiendo a todo aquel que lo siente. Cuando llegué al campo de La Elipa vi las pruebas irrefutables de que el Rakiss es un equipo con espíritu, que disfruta jugando al fútbol y que quiere contagiarse con la pasión que desprende la magia de este deporte. Vi la mirada en todos y cada uno de sus jugadores, de sus fans, de sus componentes. Una mirada de orgullo, de lucha y de entusiasmo. Esa pequeña llama a punto de propagarse como un fuego imparable que lo arrasa todo a su paso. Allí estaban todos: Jaime que había volado en coche desde Burgos para no faltar a la batalla; Rudy y Jachu sin importarles el estado de sus piernas; Roberto, que no iba a perderse el partido por nada; Mario, Jota, Sam, Magia, maltrechos como veteranos de mil batallas; Mike que llamaba dispuesto a poner en juego su tobillo si la causa lo necesitaba (y tanto que lo necesitaba); y el resto, que sería injusto que no se les nombrara, empezando por los incansables fans: Paola, Patri, Ana, Bea, Dani y Bruno, que formaban una estampa espectacular, contrastando con el banquillo rival desolado sin un alma, justo lo que no le falta al Rakiss, el alma. Y los demás: Víctor, Jorge, Santi, Lobo, Tote, Álvaro, Seti y Litri.

Todos como uno sólo, esperando el chispazo para arder como una hoguera incandescente que se convirtiera en un infierno insalvable para nuestro adversario. Y vaya si lo hizo. En cuanto empezaron a oírse los sonidos de la batalla el espíritu del Rakiss se activó, el espíritu de un equipo campeón. Fue el mejor partido de la temporada y el temible rival que todos veíamos acercarse en el horizonte acabó minimizado hasta la nada. Defensa y ataque se fundieron en una sinfonía perfecta de fútbol aderezada con grandes notas de carácter. El rival tenía un punto débil, pensaba que para ganar al Rakiss sólo hace falta jugar bien al fútbol, nada más lejos de la realidad, para matar al león no sólo hace falta saber cómo cazarle, antes debes saber cómo hacer para que él no te caze.

Nunca caminarás sólo, simplemente impresionante...
(para escuchar de pie, a todo volumen y hasta el final)