Cuando los aficionados al fútbol buscan algún referente en lo que se refiere a juego tosco, rudimentario, embarullado y agresivo, seguro que a muchos les viene a la cabeza el Wimbledon de la década de los ochenta y los noventa, un equipo en el que jugaban tipos malencarados como Vinnie Jones, Dennis Wise, John Fashanu o su portero Dave Beasant. En el banquillo del equipo durante la conquista de la FA Cup de 1988, el único trofeo en la historia del club, se sentaba el excéntrico Bobby Gould, quien jugó como delantero en nueve equipos diferentes, y en cuyo ideario futbolístico se encontraban perlas como las que siguen:
- "Le habría roto una pierna a mi abuela con tal de marcar un gol".
- "Siempre intentaba sacar de quicio a los porteros rivales con una carga de hombro antes de cumplir los 10 minutos de partido. Así, los porteros se pasaban los 80 minutos restantes preguntándose ‘¿dónde está ahora ese bastardo?’. Y no se concentraban en la pelota".
Con un plantel así no es extraño, pues, que al equipo se le conociera como ‘Crazy gang’ (‘la banda de los locos’). "Teníamos jugadores con mucho carácter y muy correosos", nos cuenta Dave Beasant. "Normalmente, todos los equipos cuentan con un bromista en sus filas. Pues en el Wimbledon teníamos siete. Además, poseíamos un estilo muy directo de jugar al fútbol, defendíamos con mucha intensidad para lograr una pronta recuperación de la pelota, y éramos muy agresivos (en el buen sentido, no en el plano de dureza). Lo de ‘la banda de los locos’ fue algo bueno para el equipo, ya que entonces no gozaba de ninguna tradición, y ese apelativo sirvió para que atrajésemos algo de atención sobre nosotros. Fue muy interesante formar parte de ese vestuario", confiesa.
La cuestión es que esta banda de locos, que disputaba su segunda temporada en la Primera División inglesa tras un espumoso ascenso desde la cuarta categoría, se vio en la final de Wembley de 1988 ante una de las formaciones más poderosas que se recuerdan en el reciente fútbol británico: el Liverpool que dirigía Kenny Dalglish y en el que formaban hombres como Bruce Grobbelaar, Peter Beardsley, John Aldridge y John Barnes, entre otros. Pocas veces un equipo se plantaba en una final con un favoritismo tan descarado. Y, la noche antes del partido, la plantilla al completo del Wimbledon se dejaba ver por una de las tabernas de Londres.
"Estábamos concentrados en el hotel y el entrenador pudo sentir que había un clima de mucho nerviosismo. Entonces, nos mandó a tomar una cerveza en el bar de la esquina, en Wimbledon Common. Había muchos fans del club en el lugar, y debió ser chocante para ellos encontrarse con el equipo en bloque el día antes del partido. No es que diésemos el partido por perdido, sino que queríamos refrescarnos y alejar las preocupaciones de nuestra cabeza. Desde luego, eso sería imposible hoy por hoy debido a la atención permanente de los medios de comunicacion, pero es que el fútbol tiene etapas y cambia constantemente", recuerda Beasant.
Los equipos ya se encontraban frente a frente sobre el césped de Wembley dispuestos a iniciar el partido. En el currículo de los jugadores de Dalglish se contaban los títulos a puñados, mientras que ninguno de los que formaban en el once del Wimbledon había levantado un trofeo en toda su carrera. "Nosotros no teníamos la calidad individual de nuestros rivales, pero éramos un buen equipo y luchábamos todos en la misma dirección", continúa Beasant. ¡Y vaya si fue así!
Transcurría el minuto 37 del partido y Lawrie Sanchez conseguía conectar un cabezazo que sorteaba a Grobbelaar y se colaba hasta el fondo de la red. 0-1 para sorpresa de los 98.000 presentes en el estadio. Pero el momento más recordado llegó en el minuto 60, cuando John Aldrige se dispuso a lanzar un penalti. El delantero de fino bigote había sumado 26 goles en aquella temporada de Liga y no había errado ninguno de sus 11 lanzamientos previos desde los 11 metros. Dirigió su lanzamiento a la izquierda del guardameta, pero Beasant se interpuso en su trayectoria, convirtiéndose en el primer portero que detenía un penalti en una final de la FA Cup en Wembley. "El delantero hizo exactamente aquello que yo esperaba, pues ya conocía su forma de lanzar penaltis", asegura el portero.
Lógicamente, el triunfo fue muy importante para los jugadores del Wimbledon. "Aquella victoria por un gol a cero fue el inicio de una etapa brillante para muchos jugadores del equipo, pues tras el partido la gente acabó reconociendo que, además de un grupo competitivo, había calidad individual", advierte Beasant, quien fichó tras aquel partido por el Newcastle y acabó siendo el tercer portero de la selección inglesa en el Mundial de Italia 1990. Además, jugó como internacional en un par de ocasiones. Otros jugadores también tuvieron proyección, como Dennis Wise, que recaló en las filas del Chelsea.
elmundo.es
6 comentarios:
k bueno lo de las birras el dia antes del partido. eso ahora mismo seria imposible o sancionable, si no acordaros del barsa y el hotel hesperia jajaja!!!
jajajajaja, pues así, además de q ahora la prensa está todo el día en la puerta de los hoteles así q les pondrían a parir seguro... Pero es una buena costumbre jajaja!!
yo esa costumbre la sigo a raja tabla antes y depues de los partidos jajajaja
Los ingleses son los que inventaron el fútbol, no?? Pues, habrá que hacerles caso...
No podré soportar a los ingles, pero desde luego habrá q darles siempre las gracias por inventar el furgol.
Litri, q buena la historia tío, está claro q nunca hay enemigo pekeño, y q un buen grupo es capaz de todo.
Hay q tomar nota de cara al parti con el Furia Roja ;-)
Eso es cierto chavales, hay q tomar nota. Tenemos q hacer una piña antes de cada partido para salir más motivados. Como el Athletic! ¿qué os parece?
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